Resumen Breve
El video explora el concepto de mortificación y vivificación en la vida cristiana, destacando la importancia de entender la carne y cómo no dejarse llevar por los deseos pecaminosos. Se enfatiza la necesidad de depender del Espíritu Santo y de renovar la mente a través de la palabra de Dios para tomar decisiones que agraden a Dios.
- La mortificación y la vivificación son esenciales para vivir en santidad.
- Es crucial distinguir entre deseos naturales y malos deseos de la carne.
- Los sentimientos no deben ser la guía, sino la palabra de Dios.
Introducción [0:00]
El orador comienza mencionando las obras del metro en Monterrey y cómo facilitarán el acceso al lugar de reunión para aquellos que vienen de lejos. Luego, introduce el tema principal del día: la mortificación, como parte del estudio sobre vivir en santidad. Se subraya que este tema es crucial para la vida diaria de todo cristiano y que la mortificación y vivificación son la esencia de la santidad. El objetivo es entender estos conceptos claramente y aplicarlos en la vida cotidiana, evitando la confusión sobre lo que significa ser santo.
Repaso de la Semana Pasada [4:17]
Se repasan brevemente los conceptos de la semana anterior, enfocándose en la regeneración y la nueva criatura. Un cristiano es aquel que ha sido regenerado por Dios, no simplemente alguien que se siente cristiano. Desde la regeneración, comienza la santidad progresiva, que se desarrolla en tres etapas: santidad posicional (en la regeneración), santidad progresiva (desde la regeneración hasta la muerte o el regreso de Cristo) y santidad final (en la glorificación). Se menciona que algunas personas experimentan cambios inmediatos al nacer de nuevo, mientras que otras enfrentan procesos más graduales. Se introduce el concepto bíblico de la carne, que desea lo contrario al espíritu, y se cita Romanos 6:11-13, que insta a considerarse muertos al pecado y vivos para Dios.
Aclaración sobre la Carne y Jesús [10:31]
Se aborda una confusión generada en la sesión de preguntas anterior sobre la naturaleza de la carne y los deseos de Jesús. Se aclara que, aunque Jesús no era hijo de Adán y no tenía una naturaleza pecaminosa, sí experimentó deseos humanos como hambre y angustia. La pregunta sobre si Jesús tenía hambre durante su ayuno en el desierto o angustia en el Getsemaní sirve para aclarar que la carne de Jesús no era igual a la nuestra, ya que no tenía la incapacidad de no pecar. Esta aclaración es crucial para entender la mortificación, que implica no seguir los deseos de la carne.
Mortificación Parte 1: Profundizando en la Carne [13:25]
Se inicia la discusión sobre la mortificación, enfatizando la necesidad de entender la carne para poder mortificarla correctamente. Se lee Gálatas 5:16-17, que insta a vivir por el espíritu y no seguir los deseos de la carne. Se critica la cultura actual que promueve seguir los sentimientos y la felicidad personal a toda costa, contrastándola con la enseñanza bíblica que advierte sobre los sentimientos. Se subraya que la mortificación es un proceso intelectual, no emocional, que requiere entender, razonar y tomar decisiones basadas en la verdad.
La Necesidad del Espíritu Santo y las Obras de la Carne [18:47]
Se destaca que no podemos mortificar la carne por nosotros mismos, sino que necesitamos el Espíritu Santo. Se cita Romanos 8:13, que afirma que por medio del Espíritu damos muerte a los malos hábitos del cuerpo. Se explica que la santidad es un esfuerzo humano dependiente de Dios. Se profundiza en el significado de la palabra "carne" (sarx) en el original griego y se mencionan ejemplos de las obras de la carne según Colosenses 3:5-8 y Gálatas 5:19-21, incluyendo inmoralidad sexual, impureza, odio, discordia, celos, etc.
El Origen del Problema: Adán y el Pecado Original [25:51]
Se aborda el origen de nuestra naturaleza pecaminosa, explicando que la heredamos de Adán. Se cita Romanos 5:12, que indica que el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre y, por medio del pecado, la muerte. Se aclara que no somos responsables de lo que Adán hizo, pero sí heredamos las consecuencias. Se rechaza la idea de maldiciones generacionales, enfatizando que Dios no castiga a los hijos por los pecados de los padres, aunque sí pueden sufrir las consecuencias de sus acciones.
Las Capacidades de Adán Antes y Después de la Caída [28:20]
Se analiza la libertad de Adán antes y después de la caída, utilizando una analogía de cuatro posibilidades: capaz de pecar, incapaz de pecar, capaz de no pecar e incapaz de no pecar. Antes de la caída, Adán era capaz de pecar y capaz de no pecar. Después de la caída, Adán es capaz de pecar e incapaz de no pecar, lo que significa que es imposible dejar de pecar. Se describe la condición de los hijos de Adán, cuyos pensamientos siempre tienden hacia el mal y cuyos deseos naturales son opuestos a Dios.
Cristo como el Segundo Adán [34:52]
Se presenta a Cristo como el segundo o último Adán, quien se hizo hombre pero no heredó la naturaleza pecaminosa de Adán. Se cita Juan 1:14, que dice que el Verbo se hizo carne. Jesús tenía carne en el sentido de cuerpo humano, pero no era hijo de Adán y, por lo tanto, no heredó su naturaleza caída. Jesús tenía la capacidad de pecar, pero nunca pecó. Se distingue entre la naturaleza divina de Jesús, que es imposible que peque, y su naturaleza humana, que tenía la capacidad de hacer el mal pero nunca lo hizo.
Deseos Naturales vs. Malos Deseos [40:15]
Se distingue entre los deseos naturales de la carne (comer, dormir, descansar, evitar el peligro) y los malos deseos (gula, lujuria, pereza). Se explica que los deseos naturales no son malos en sí mismos, pero los malos deseos son opuestos a Dios. Se utiliza el ejemplo de Jesús, quien tenía hambre y sed, pero no por antojo o gula, sino por necesidad biológica. Se enfatiza que la carne de Jesús solo tenía deseos naturales, mientras que la nuestra puede tener tanto deseos naturales como malos deseos.
Vivir por el Espíritu y No Seguir los Deseos de la Carne [48:14]
Se retoma Gálatas 5:16-17, instando a vivir por el espíritu y no seguir los deseos de la carne. Se critica la cultura del sentimentalismo y la victimización, donde los sentimientos se utilizan para justificar el pecado. Se explica que los sentimientos son la suma de una emoción y un pensamiento, y que somos responsables de nuestros sentimientos, no de nuestras emociones. Se dan ejemplos de cómo la misma emoción puede generar diferentes sentimientos según cómo la procesamos en nuestra mente.
El Proceso de la Tentación y la Renovación de la Mente [1:02:54]
Se describe el proceso de la tentación: experimentamos una emoción, la procesamos con la mente, generamos un sentimiento y este sentimiento nos lleva a un deseo, que finalmente nos lleva a la acción. La clave para no hacer las malas obras de la carne está en nuestra mente. Se cita Romanos 12:2, que insta a no amoldarse al mundo, sino a ser transformados mediante la renovación de nuestra mente. Se explica que el Espíritu Santo nos informa lo bueno que hay que hacer y nos recuerda la palabra de Dios, pero es nuestra responsabilidad procesar las emociones a la luz de la escritura.
Aplicación Práctica y Conclusión [1:08:39]
Se enfatiza que el verdadero arrepentimiento se manifiesta en un cambio de comportamiento. Se utiliza el ejemplo de Adán y Eva para ilustrar la falta de arrepentimiento cuando se culpa a otros por el pecado. Se destaca la importancia de razonar lógicamente, partiendo de la Biblia, para que nuestros deseos sean hacer lo que Dios quiere. Se concluye que la mortificación comienza cuando tomamos conciencia de nuestras decisiones y sentimientos, y buscamos la guía de la palabra de Dios. Se anima a pedirle a Dios la capacidad de ver nuestras decisiones en cámara lenta, para poder razonar y elegir lo que es bueno.
Preguntas y Respuestas [1:34:29]
Se dedica tiempo a responder preguntas del público, aclarando dudas sobre la aplicación de los principios discutidos. Se aborda la cuestión de si debemos dejar de hablar cuando vemos que alguien se está poniendo demasiado emocional, explicando que no se trata de ocultar la verdad, sino de buscar la paz y bajar la intensidad de las emociones. También se responde a una pregunta sobre por qué Adán no entendió lo que hizo, explicando que fue la consecuencia de la maldad que ahora estaba en él. Finalmente, se aclara que la mortificación no es algo que se provoca, sino una decisión de no hacer los malos deseos de la carne.